Con la primera edición de 1998 decíamos o denunciábamos para ser más precisos, que el derecho penal en el Perú, por influencia germana y española, lo mismo que por la propuesta izquierdizante de la caviarada de guardia se habla esterilizado en una línea amanerada, verbalista y punifóbica que lo instrumentalizaba contra el sisterna.
Decíamos entonces que mantener insepulto un derecho penal contestatario y populista era ponerse de espaldas al mundo contemporáneo y global, al mundo de la tecnología, de la apertura económica y de la crisis de las ideologías.
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